miércoles, 4 de septiembre de 2013

Dulce seductor

Hoy va a verlo de nuevo. Tacos, maquillaje y el perfume que a él le gusta. Al menos, eso fue lo que le dijo. Dice tantas cosas que las palabras ya sobran, solo quiere divertirse. Poco importan los otros perfumes que se le impregnan, es más, a ella eso la motiva. Sabe que esa noche se pertenecen pero mañana él pertenece a otra cualquiera. Es que el juego de querer distinguirse entre las demás la enciende, la atrapa, la enreda.

Dulce seductor que contra la pared desata sus encantos. Hoy se pertenecen, hoy es suyo, hoy a las demás les gana, canta victoria y, satisfecha, se despide con su mejor descaro.

Cuando siente que lo pierde, más lo busca, más lo quiere.

 “¡Que pare de querer irse de acá!”

Él piensa que está celosa, pero en verdad solo quiere ganar. Entonces empieza el juego: ella lo busca sin buscarlo, termina haciendo con que él piense que es quien la busca, y así, enredándolo a él también, se le llena el ego de besos que no son solo de ella, pero que esta noche consiguió. Cuanto más la ignore, más la tiene.

“¡Pero si solo quiero divertirme! ¿Qué mejor para él? Nada de abrazos, «te extraños» o regalos. Regalame los mejores suspiros en cualquier lado.”

Claro, es que le encanta que no sea suyo, pero al mismo tiempo, la confunde. Ella quiere que él la elija, y nada más, pero detesta perder la batalla con la rubia que anda dando vueltas, o con la morocha que quiere sacarle el puesto. Entonces sigue buscándolo, encontrándolo, amándolo por noches enteras, o la mitad de ellas, ¿Qué importa?. Es consciente de que puede terminar protagonista en la historia que no quería, en la que ella misma se metió. Cuando se percata, se frena. Todavía le queda un poco de autocontrol. No quiere enamorarse. ¿Cómo se hace?

“Si no te quiero conmigo pero tampoco con nadie más. Y amarte de a ratos me hace derrapar. ¿Nos prometemos suspiros eternos pero sin exclusividad?”.

Ya ni sabe lo que piensa, tampoco quiere pensar. Quiere divertirse, y nada más. Pierde el eje, a veces lo llora, ya no sabe en qué confiar.

Dulce seductor que contra la pared desata sus encantos. Hoy se pertenecen, hoy es suyo, hoy a las demás les gana, canta victoria y, ya no tan satisfecha, se despide con sus peores dudas.


 “¡Quiero que seas mío y de todas las demás!”.


J. Fiuna