martes, 18 de junio de 2013

Carta I

¿Por dónde empezar? Es muy probable que ya a esta altura estés separando mi saquito azul, y esté libre de recuerdos. No me malinterpretes, no estoy volviendo, no es como en tiempos pasados. Solo que a veces trato de imaginarte sin mi.  Tal vez el egoísmo me esté dominando de nuevo. Decirte que te extraño… no es verdad ni tampoco adecuado. Disculpá la frialdad con la que te hablo, quiero evitar recordarte con qué calidez nos amamos.
¿Cómo estás? ¿Habrás dejado de fumar tantos atados? Decime que la perra está comiendo, no sabés cómo la extraño. Es irónico que nuestro amor se haya acabado y que nunca hayamos puesto fotos en ese portarretratos, ¿Sigue vacío colgando en la pared?. Reacomodar los muebles del departamento no va a borrar mi cuerpo marcado sobre ellos. Casi dos años de historia no se olvidan por acumular fracasos, ni esparcir recuerdos.
Que encuentres la forma de rearmarte. De re-amarte. Amate. Sigo sosteniendo, el amor propio es la mejor arma mata-fantasmas para volverte a enamorar. Amate, así te podés amar. Amate, así te pueden a amar. Ámense para amarse.
Se que siempre criticaste mi forma libre y espontánea de vivir, soy así. También poco cuerda, inestable, y… bueno, un porco terca.
No te prohíbas del sabor de probar otra cintura, otros labios. Puede que no sean los que te besen para siempre, pero no está mal disfrutar de lo equivocado, mientras tenemos tiempo, ¿Sabés? Ya va a llegar lo indicado.  
Quizás por un tiempo te falten las caricias en la espalda para conciliar el sueño. Y se que me culpás también por eso. Pero es mucho mejor cuando esas caricias vienen de alguien que te ama, ¿no coincidís conmigo? Te amé mucho, y en algún momento dejé de hacerlo. Nadie fue preso por dejar de sentir.

Ya es momento de despedirme, otra vez. ¡No todo es tan malo! Te dejé el lado izquierdo del sommier, para que se estiren junto a vos las posibilidades de encontrar quien te acompañe. Pero compartí con la perra, también. Acordate, que la condición siempre fue dormir de a tres. 

J. Fiuna

lunes, 17 de junio de 2013

Seductora confusión

Hoy va a verlo de nuevo. Tacos, maquillaje y el perfume que a él le gusta. Al menos, eso fue lo que le dijo. Dice tantas cosas que las palabras ya sobran. Sólo quiere divertirse. Poco importan los otros perfumes que se le impregnan, es más, a ella eso la motiva. Sabe que esa noche se pertenecen pero mañana él pertenece a otra cualquiera. Es que el juego de querer distinguirse entre las demás la enciende, la atrapa, la enreda. Dulce seductor que contra la pared desata sus encantos. Hoy se pertenecen, hoy es suyo, hoy a las demás les gana, canta victoria y, satisfecha, se despide con su mejor descaro.
Cuando siente que lo pierde, más lo busca, más lo quiere.

 “¡Que pare de querer irse de acá!”

Él piensa que está celosa, pero en verdad, solo quiere ganar. Entonces empieza el juego: ella lo busca sin buscarlo, termina haciendo con que él piense que es quien la busca, y así, enredándolo a él también, se le llena el ego de besos que no son solo de ella, pero que esta noche consiguió. Cuanto más la ignore, más la tiene.

“¡Pero si solo quiero divertirme! ¿Qué mejor para él? Nada de abrazos, «te extraños» o regalos. Regalame los mejores suspiros en cualquier lado.”

Claro, es que, le encanta que no sea suyo, pero al mismo tiempo, la confunde. Ella quiere que él la elija, y nada más, pero detesta perder la batalla con la rubia que anda dando vueltas, o con la morocha que quiere sacarle el puesto. Entonces sigue buscándolo, encontrándolo, amándolo por noches enteras, o la mitad de ellas, ¿Qué importa?, es consciente de que puede terminar protagonista en la historia que no quería, en la que ella misma se metió. Cuando se percata, se frena. Todavía le queda un poco de autocontrol. No quiere enamorarse. ¿Cómo se hace?

“Si no te quiero conmigo pero tampoco con nadie más. Y amarte de a ratos me hace derrapar. ¿Nos prometemos suspiros eternos pero sin exclusividad?”.

Ya ni sabe lo que piensa, tampoco quiere pensar. Quiere divertirse, y nada más. Pierde el eje, a veces lo llora, ya no sabe en qué confiar.
Dulce seductor que contra la pared desata sus encantos. Hoy se pertenecen, hoy es suyo, hoy a las demás les gana, canta victoria y, ya no tan satisfecha, se despide con sus peores dudas.


 “¡Quiero que seas mío y de todas las demás!”.

J. Fiuna

domingo, 16 de junio de 2013

Llueve

Llueve. Llueven. Llueve afuera. Llueve adentro. En mi cuarto, en mi casa, en mí. Llueven momentos. Llueven recuerdos. Llueve, y en cada gota, las cosas que nunca te voy a decir. Llueve en mi vida, llueven los besos. Llueven los días que pasan sin contarte que cada vez que llueve te deseo conmigo empapando la cama con nuestras ganas de volvernos a sentir.

J. Fiuna

sábado, 15 de junio de 2013

Nuestro teatro

Y así, jugando a no querernos, nos morimos por matarnos pero nos tragamos el papel de ajenos. 

De cuánto nos perdemos...

J. Fiuna

lunes, 13 de mayo de 2013

Entrelíneas



Dormido. Tan dormido que ni mis labios sobre los tuyos te pudieron despertar. Perdón, ya sé, me abusé de vos. ¡Pero mirá lo que sos! Desde mi almohada la vista es perfecta, me gusta verte soñar. Nada más se escucha que tu respiración, que es casi imperceptible, acompañando tu pecho al inflarse y relajarse. 

(Te amo)

Dormido. Tan dormido que ni mi abrazo te hizo abrir los ojos. No puedo dejar de mimarte. Tendrías que verte. Tan cerca de mi piel y tan lejos allá en tus sueños.
(Te amo, qué ganas de amarte).
Dormido. Tan dormido que ni siquiera mi pierna enredándose en la tuya te hizo sobresaltar. Tu cuerpo tan indefenso, tu piel tan suave. Qué mujer en mi lugar no quisiera estar.


(Te amo, amémonos).

Dormido. Pero entre dormido cuando por segunda vez rocé mis labios en los tuyos. Y comenzamos a amarnos. Desde arriba la vista es perfecta. Fue entonces que despertaste del todo diciéndome:
- Es mejor que en mis sueños, amor.
Y halagada, pero temerosa, lo pensé de nuevo, aunque no se lo dije...

(Te amo).

J. Fiuna

sábado, 16 de febrero de 2013

Conflicto



Paso y veo. Veo personas jugando a amarse. Y digo jugando porque nose si eran miles de actores contratados por mi suerte para jugarme una mala pasada. Entonces sigo caminando, y me encuentro con vos. Ese que me saca el sueño, la conciencia, el habla, que me saca todo y no me da nada. Me ves, me tenés a tus pies, y me pisas, y entonces trato de hacerme a un lado, y no lo notas. Me encuentro con vos, repito. Necesito tanto que seas lo que nunca fuiste… lo que me inventé de vos. Y te tengo ahí, a dos pasos, pero me cuesta avanzar. Si estamos a la misma distancia, ¿Por qué no sos vos el que avanza hacia mi? Y entonces paso, sigo de largo, y veo que te me vas de las manos. Paso y veo.

J. Fiuna

sábado, 2 de febrero de 2013

Libre albedrío



Incondicional. Me remite a algo o alguien sin limitación, sin restricciones, requisitos o condiciones. ¿Seremos incondicionales?, es decir, ¿Ameritamos todo lo que la palabra conlleva?, ¿En qué medida es posible que seamos incondicionales?. Serlo implicaría no esperar nada de vos, no condicionarte, no pedirte o suplicarte implícitamente que cumplas con mis pautas, mis condiciones o mis requisitos, y viceversa. ¿Acaso vinimos al mundo con el fin de suplir las expectativas de otro? Seamos quienes somos, equivoquémonos, aprendamos, sigamos nuestras propias reglas, hagamos eso que sentimos que es correcto. Que no hagas porque a mi no me cae en gracia, de ningún modo me llena, me satisface, ni me tranquiliza. Por el contrario, me llena de incertidumbres por pensar que quién te hizo optar por no hacerlo, fui yo. Impedirte solo me hace saber que ejerzo el poder de limitarte, pero no me calma la el alma porque se que vos quisiste y yo, sin ser nadie para hacerlo, te prohibí. Y no porque acates mis condiciones, mis miedos y la historia que se inventa mi cabeza, desaparecen. Siguen ahí latentes. Que hagas lo que hagas, tal vez no me resulte la mejor opción, o no comparta la decisión, pero te aseguro que lo prefiero mil veces. No quiero quedarme con el mal sabor de haberte prohibido, porque, al fin y al cabo, ¿Quién soy para impedirte?. No hay peor decisión que acatar a la limitación insegura de alguien que te condiciona. No quiero atarte a cadenas que te agobien, ni someterte a reglas que no tengo, no quiero frustrar tus elecciones, ni atenuar los colores de tu esencia. ¿Qué quiero? No importa y tampoco lo se.
La incondicionalidad de la que hablo, es la misma que va a hacer con que te quedes a mi lado por no esperar nada de vos, va a hacer con que te elija por ser quien sos y no por quien quiero que seas. Vivir sin condiciones significa justamente eso, no condicionarnos, para así nunca frustrarnos por no haber seguido al pie de la letra un listado de “no quieros” egoístas y egocéntricos basado en pretensiones que ni nosotros mismos comprendemos.

J. Fiuna