domingo, 22 de julio de 2018

Jugar a la vida

Me cansé de jugar a la vida.
Pero sin embargo no puedo parar.
Parar significaría morir, y saber que vamos a morir es lo que me lleva a querer apagar el interruptor.


No quiero jugar a vivir. Cumplir una obligación, satisfacer un deseo, relacionarme con personas, pagar las cuentas, estudiar una carrera... si al final haga lo que haga el final es para todos el mismo. 


¿O al revés? ¿O de eso se trata? De vivir como a uno más lo llene, por los caminos que más se amolden a uno, aunque no sean propios, pero sí los que más se nos asemejan. De vivir la vida que nos imponen pero conscientes. 


Me acuerdo con todo esto otra conclusión que alguna vez escribí: "disfruto mucho más apreciando la conciencia de ignorar que ignorando la inconsciencia de vivir por vivir".

2 comentarios:

Diana dijo...

Genial! Hoy día que se simplifica todo y se pretende encontrar una única solución a todos los problemas de las personas, que toda cuestión parece pasar por la antinomia pesimismo-optimismo, con esto que escribiste rompes ese esquema y (por lo menos a mi me pasa) calmas las aguas de la mente. Una reflexión similar tuve hace poco hablando con familiares ya muy ancianos, que ya se plantean sus asuntos materiales con la plena conciencia de quien espera lo inevitable.

El Otro Monstruo dijo...

Y a veces se entremezcla todo, y se torna confuso saber a ciencia cierta si algo que queremos, es porque realmente lo queremos y nos hará bien, o es que los mandatos sociales calaron bien hondos.
Muchas veces la vida se siente como una deriva constante.